
Quedaron unos globos de la fiesta sorpresa que hicieron mis amigos, por la llegada de mis 30 pirulos.
Estuvieron allí desde la tarde del 24 de marzo.
Exactamente: 13 días, 312 horas.
Esperando que se desinflen solos, los dejé colgados. Una especie de metáfora de la vida. Todo comienza a desintegrarse, lentamente, envejece, se arruga, se queda sin aire. Sin aliento.
En esos 13 días fueron testigos de: Anibal y yo en calzones, la planta que comenzó a secarse, la bolsa de basura que estuvo mas de 3 días esperando que la bajemos, mi llanto mientras miraba una película, las 20 veces que reproduje en la PC Regina Spektor, las 10 veces que toleré la música minimalista de mi novio, mi día de mal humor, mi día de buen humor, el día que me quedé dormida, el día que me acosté a las 6am.
Ellos allí, colgados y coloridos, no se desinflaban. Parecían felices.
Hoy no soporté la felicidad de otro objeto, ya no me parecían apropiados unos globos multicolor colgados durante 13 días en el comedor de mi casa, llenos de polvo. Burlones. Bufones de la ridiculez misma.
Hoy con toda la paciencia que cuenta un asesino serial, planeé su muerte.
Caminé lento hasta el cortaplumas. Lo tomé, lo examiné. Evalué cuan rápido podrían morir si eran pinchados con un sacacorcho. Mejor aún, con un mini destornillador, que no contaba con el mismo filo, pero con un poco más de presión cumpliría el objetivo.
Tuve miedo, de un momento a otro me aterró el grito, el pum ensordecedor.
Decidí alejarme lo que mi brazo me permitiera. Miré, fijamente, una vez más, para que los pedazos gomozos no volaran por los aires y sea dificil limpiar los restos del cadaver.
Explotó el primero, cayó un pedazo. Explotó el segundo. Se me aceleraba el corazón. Explotó el tercero, comenzó mi gozo.
Pum, pum pum, el sonido era fuerte, los vecinos, la siesta. Callate, mierda, callate. Pum pum.
Colgados era mejor, no se ecabullían.
Fui por el otro grupo. Este fue mas fácil. Resultó dócil. Dejé para lo último el más grande, el más dificil de alcanzar.
Por un segundo me resultaron tímidos, infantiles, un tanto desinflados.
Con la mente nuevamente en frío, los arranqué de la pared, al suelo. Sujetándolos con mi mano izquierda, inquietos, se quedaron inmóviles y luego sin aire.
Juntar los restos fue fácil. Más fácil aún ir a la cocina y dejarlos en la bolsa de basura.
Los miré de nuevo, por si acaso.
Apagué la luz, y encendí la PC.
2 comentarios:
Es la primera vez que vengo, leí dos entradas, me gustaron. Sólo eso. Adelante.
Un saludo.
HD
Gracias High Definition?
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