¡Ps!, escupe en las manos, se arremanga, calza las gafas, coge un terrón de tierra, la ensaliva, la convierte en barro, la amasa como corresponde, modelo un hombrecillo y lo pone a secar al sol. Al cabo de siete días, lo saca. Estaba cocido. Dios los mira y estalla en carcajadas.
-"¡Llévame el diablo si esto no es un cerdo parado en las patas traseras! No me salió lo que quería hacer. No hay duda, me he equivocado."
- Lo coge por la piel del cuello y le alarga un puntapié.
-"Ea, a volar de aquí, márchate! Ahora no te queda sino multiplicarte en numerosos cerditos como tú, la tierra es tuya. ¡Vete, uno, dos march!"
-La cuestión es, mi buen amigo, que no se trataba ni mucho menos de un cerdo común. Éste llevaba sombrero blanco, chaqueta negligentemente echada a la espalda, pantalón con raya y babuchas de borla roja. Además, en la cintura (sin duda el diablo se lo había dado) un puñal bien afilado que lucía en la hoja esta inscripción: ¡Te abriré los hígados!
-Era el hombre. Dios le tiende la mano para que se la bese; pero se atusa el mostacho y le dice:
-"¡Vamos, apártate, viejo, que pueda pasar!"
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Fragmento "Alexis Zorba, el griego"
Niko Kazantzakis
Niko Kazantzakis
Este es un nuevo principio. Gracias por el libro.
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